Erase una vez un hombre llamado Gustavo que vivía solitario en su casa de
campo, rodeado de sus libros y no había hecho nada divertido en su vida.
Un día recibió una llamada del teléfono vía
satélite de su tío abuelo Constantino. Su tío hacía muchos, muchos años se
había ido a investigar nuevas especies de plantas en el corazón de la selva
amazónica.
La llamada fue muy corta, se oían muchos
ruidos y gritos de fondo y entre ellos reconoció la voz de su tío abuelo
gritando: “Socorrro…, ayudame …”y de repente se cortó la comunicación.
Gustavo, de primeras se asustó mucho y pensó:
“Necesita de mi ayuda, tengo que ir a rescatarlo”, pero, yo solo?.
Así que llamó a su hermana Aurelia, que era
la aventurera de la familia, porque se había recorrido medio mundo en busca del
antídoto para la picadura del mosquito pirenaico con gafas que provocaba a los
que picaba, lloros como cataratas.
Cuando le explicó la misteriosa llamada,
rápidamente hicieron las maletas y salieron rumbo a la selva amazónica en el
primer vuelo del día siguiente.
Gustavo tenía miedo a volar y estaba muy asustado, y se paso todo el viaje en el avión
vomitando.
Nada más tomar tierra, se tomo una manzanilla
y se adentraron en la profundidad de la selva junto a un guía que curiosamente
se parecía mucho a Tarzán, en busca de su tío abuelo Constantino.
Estaban muy cansados, llevaban dos días
abriéndose camino con su machete por la selva sudando durante el día y pasando
mucho frio por la noche. Y cuando ya estaban muy cansados y sin ninguna pista a
la que seguir, como de la nada aparecieron unos hombres de una tribu pintados
de azul, verde, rojo, amarillo, blanco, con grandes plumas en la cabeza y un
pequeño taparrabos.
El guía cuando los vio salió corriendo y como
iba mirando para atrás, se cayó a por un precipicio que daba a una charca. Ya
no supieron más de él.
Al principio se pusieron muy contentos al
encontrarlos, pero al verlos con esos arcos, flechas, jabalinas y darlos
apuntándoles, les entró las cagaleras de la muerte.
Aurelia, se lleno de valor, y les pregunto en
un misterioso dialecto que ella había aprendido en un libro que se compro en el
Carrefour, si sabían algo de su tío abuelo.
Sorprendentemente le entendieron, no le
contestaron y les obligaron a que les siguieran.
Cuando llegaron al poblado, los llevaron
delante del jefe supremo de la tribu india. Tenía las plumas más grandes que la
de todos los demás, llevaba más colores que nadie por todo el cuerpo y una gran máscara que le ocultaba la cara.
El resto de la tribu se puso a tocar tambores, a dar gritos, palmadas y saltos
alrededor de ellos.
Aurelia se puso a saltar y a bailar con
ellos, se lo estaba pasando en grande, pero Gustavo se estaba poniendo muy
nervioso, aquello no le gustaba nada.
Pero, de repente el jefe de la tribu los
mandó parar, se callaron y … sorprendentemente el jefe se quita su gran máscara
y … era su tío abuelo Constantino.
Gustavo, no entendía nada, su tío abuelo era
el jefe de la tribu y estaba en taparrabos y su hermana estaba tronchada de
risa.
Cuando su hermana se calmó, los dos le
explicaron que todo había sido una broma que ellos habían pensado para hacer que
Gustavo saliera de su encierro en casa y viviera aventuras nuevas.
Aunque de primeras se enfadó, se dio cuenta
de que todo lo habían planeado por que lo querían mucho, y ya que estaba allí,
rodeado de sus amigos de la tribu, aprovechó y se quedó con ellos un mesecito.
Colorín, colorado, Gustavo en la tribu se ha
quedado.
Fin. Álvaro Ausaberri
LOS CUATRO MOTEROS
Hace mucho
tiempo, cuatro moteros de un pueblo de España llamado Pistón, decidieron hacer
un gran viaje juntos. El más mayor se llamaba Otrebor y su KTM fantástica tenía tanta potencia que podía
subir por cualquier camino. Su amigo Luas, que era el mediano de la banda
motera, tenía una YAMAHA de color azul. Divad, el más travieso y uno de los más
jóvenes moteros de su banda, tenía una SUZUKI. Era el que peor manejaba la
moto, pero sus amigos le seguían enseñando. El cuarto motero, es el mas joven y
se llamaba Reivaj. Su moto era una HONDA, de color rojo brillante.
El día que decidieron
planear este viaje, estaban todos juntos arreglando la moto de Divad, porque
siempre la estaba rompiendo de lo travieso que era.
Otrebor dijo: “¿Planeamos
un gran viaje juntos desde Pistón hasta la montaña Cuquicuqui?” Todos se
miraron y dijeron a la vez que SI.
Lo primero que
decidieron era el lugar donde ir, la montaña Cuquicuqui, y después estuvieron
pensando cuando era el mejor momento para hacer el viaje, y decidieron que
sería en primavera.
Estuvieron
semanas y semanas revisando y preparando sus motos para la gran aventura que
habían planeado. Revisaron todo una y otra vez y cuando lo tenían revisado
volvían a empezar de nuevo, para que ningún detalle de sus motos se quedara sin
revisar.
Un gran viaje
como el que querían hacer, necesita que las motos estén muy bien preparadas.
También es muy
importante haber entrenado mucho, y todas las tardes, antes de hacerse de
noche, se juntaban los cuatro moteros a entrenar, por lo menos una hora cada
día.
Como buenos
compañeros, se ayudaban entre ellos y pronto podrán empezar su aventura.
El primer día de
primavera comenzó el viaje. Nada mas hacerse de día, salieron de su pueblo,
Pistón. Tenían preparado tan bien su viaje, que sabían la ruta que tenían que
hacer cada día y sabían donde parar a descansar y donde parar a dormir.
El primer día
tuvieron que pasar por unos caminos buenos, pero a partir del segundo día se
complicaba la ruta. Cada día la ruta era más difícil, pero si permanecían todos
juntos, lo podrían conseguir.
Después de
muchos kilómetros recorridos, llegaron a su destino, la montaña Cuquicuqui.
Estaban muy
cansados, pero también muy contentos por lo que habían logrado juntos.
Autor: Roberto Vitaller – 5º C – Colegio Zalfonada –
Había una vez un niño de 10 años llamado Nicolás que
vivía en un pueblo de la provincia de Folda. Era un chico tímido que no tenía
muchos amigos.
Todos los días, en los recreos, él se tomaba su almuerzo
al lado del campo de fútbol. A Nicolás le encantaba este deporte pero nunca se
atrevía a pedirles que le dejaran jugar. Su padre iba con él al parque y allí
jugaban hasta que el padre se cansaba.
Un día su padre le dijo que si quería lo apuntarían al
equipo del pueblo para poder hacer amigos. Nicolás lo estuvo pensando un rato
porque por una parte le apetecía mucho pero por otra le daba mucha vergüenza.
Al final le dijo que sí y a la semana siguiente empezó.
Los entrenamientos transcurrieron con normalidad y
después de un mes en el que el entrenador vio que era bastante bueno empezó la
copa.
En el primer partido perdieron 3-5. El entrenador le
cambió de posición a delantero y en el siguiente encuentro gracias a que
Nicolás metió dos goles empataron.
El entrenador le dio la enhorabuena y le animó a que
siguiera así de bien. Sus padres se alegraron porque tenía muchos amigos y
Nicolás se lo pasaba genial.
En el cole ya se atrevía a jugar con los niños en los
recreos. A todos les parecía bien menos a unos. Se llamaba Saúl y le tocaba
jugar contra él en la final de la copa.
Saúl jugaba en el equipo del pueblo de al lado. Era buen
jugador y no le hacía ninguna gracia enfrentarse a Nicolás.
Por fin llegó la gran final. Villafolda contra
Villacoper.
Terminaron empate y tuvieron que echar una tanda de
penaltis. Saúl tiró el último de Villacoper y lo falló. A continuación le tocó
a Nicolás y lo metió.Todos se juntaron para celebrar la victoria. Nicolás fue
el mejor jugador de la copa y se llevó un trofeo grabado con su nombre.
En
el colegio, Saúl le dejó jugar y Nicolás le dio la mano diciéndole que había
jugado muy bien y convirtiéndose en amigos.
Muy buen trabajo chicos, me he divertido mucho leyendo vuestros cuentos. Seguid trabajando la imaginación y el arte de escribir. Quién sabe, a lo mejor sois los próximos PREMIOS PLANETA
ResponderEliminarYoli
No sé a quién felicitar primero: a los tres autores o a los compañeros que han sabido elegirlos entre todos los cuentos del alumnado de 5º.
ResponderEliminarSi el objetivo del cuento es despertar una acción emocional impactante en el lector, lo han conseguido Álvaro, Roberto y Sergio y así lo han entendido todos sus compañeros que por ello los han seleccionado.
Es muy difícil escribir tan bien como lo habéis hecho y complejo seleccionar cuentos tan correctamente estructurados por el resto de chicos y chicas de 5º, lo que denota un excelente trabajo -que nunca se ve- de su profesorado.
Así que os felicito a todos: a los autores, a los "jurados" y a los docentes que han puesto en marcha en las aulas las herramientas necesarias para expresar y hacer comprender algo tan bello.